El tiempo, los eternos plazos con los que hay que contar siempre que se habla de urbanismo, suelo y vivienda, ha jugado una mala pasada, una vez más, al sector. Concluyó la anterior legislatura con lo que entonces se definió como claros síntomas de un aterrizaje suave en materia de precios, producción y ventas de casas y con la firme convicción de que algo había que hacer para frenar la escalada alcista y, sobre todo, la especulación sobre el suelo. Y el caso es que se hizo, pero como todo en este mercado tarda tanto en dar sus frutos, la crisis pasó a todos por encima.