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alsaro
11/05/2004 09:35

La mordedura del mirador

¿Cómo rompe el edificio Mirador el concepto de bloque urbano en Sanchinarro?

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La mordedura del mirador
El Mundo, 11/5/2004

Madrid en sus edificios (VIII). El inmueble de viviendas de protección oficial diseñado en Sanchinarro por la arquitecta Blanca Lleó y el estudio holandés MVRDV muestra un experimento feliz: romper el adusto concepto de ´bloque urbano´ para crear otra forma de hacer arquitectura social

Hay algo de intuitivo collage en el edificio de viviendas sociales proyectado por la arquitecto Blanca Lleó en colaboración con el estudio holandés MVRDV. Es un juego de formas vertical y perforado, un proyecto con un hueco o corazón de aire en su fachada. Es una zancada hacia adelante en el concepto decimonónico de manzana, de bloque de pisos, que marca la excepción dentro de esa inimaginable extensión de obras, todas casi iguales, que luce mansamente Sanchinarro, uno de los nuevos ensanches residenciales de Madrid.

La apuesta de Lleó y MVRDV encierra osadía para desarrollar 156 viviendas de protección oficial distribuidas en 21 plantas y divididas entre sencillas, duplex y triplex: todas exteriores.«En la idea original del proyecto queríamos un edificio abierto hacia la calle, crear un vínculo entre la vivienda y la ciudad.Entonces es cuando llegó la apuesta por poner la manzana en vertical.Si haces este ejercicio, el patio interior que está siempre confinado se convierte en un agujero abierto a las vistas que ofrece esta zona de la ciudad», explica.

Y en ese caso se aprovecha uno de los privilegios del lugar.Desde Sanchinarro se ve en su rotundidad la sierra de Guadarrama como un horizonte irregular enguantado de nieve. Éste es el único proyecto que permite avistarla, en gran parte gracias a esa mordedura de la fachada donde los arquitectos quieren desarrollar una zona de recreo enmoquetado con columpios y bancos de descanso, asegurada con mampara de cristal de 140 centímetros y precedida a la vez de una barandilla de igual altura.

«Nuestra intención es también aportar algo a nuestra profesión desde la arquitectura de bloques residenciales. Al año se invierten miles de metros cuadrados en vivienda, pero no aportan casi nada a la ciudad y dicen muy poco como arquitectura», asevera Blanca Lléo. «Es más, se siguen repitiendo modelos anacrónicos. Por eso queríamos que este tipo de obras tuviesen también el carácter experimental que se suele otorgar a museos y otras instituciones, por ejemplo».

La orientación del proyecto es otro de los aspectos con los que han querido trabajar Lleó y MVRDV, haciendo que el edificio se convierta de este modo en un encuadre para la sierra a través del patio/mirador de 15 metros de ancho por 40 de largo en planta, por otros 15 metros de altura. «De este modo el volumen edificado en altura libera un espacio público que se gana para la ciudad.En este caso es la plaza que rodea el edificio, donde nos gustaría contar con una instalación acuática de la escultora Cristina Iglesias. Ahora estamos intentando encontrar la financiación necesaria para hacer posible esta propuesta», comenta Lleó.

Y si la singularidad del diseño marca por sí mismo una excepción, los aspectos técnicos forman parte distintiva, también, de la obra. Una viga de casi 400 toneladas de peso cruza la parte superior del vano principal de la fachada. «Para subirla tuvimos que hacer uso de una grúa especial de la que sólo existen ocho ejemplares en España. Ten en cuenta que sobre esa viga descansan 16 viviendas adosadas y una calle. Es decir, que hablamos de un pequeño barrio coronando este proyecto».

En la estructura desarrollada por Lleó -profesora de proyectos en la Escuela de Arquitectura de Madrid- y el estudio holandés -caracterizado por su actitud refrescante- hay cuatro núcleos de escaleras de los cuales dos recorren el edificio por entero, desde la planta baja a los apartamentos de la azotea, creando así un claro laberinto, un recorrido circular que le da movimiento interior a la construcción, que alberga viviendas de uno, dos, tres y cuatro dormitorios.

La aparente monotonía urbana de Sanchinarro queda rasgada con la diversidad estética por la que apuesta este proyecto. La fachada queda recubierta por nueve materiales distintos entre hormigón prefabricado, pizarra, piedra caliza, granito y tres clases diferentes de gresites, creando así un juego seductor de texturas que funcionan en combinación con la luz solar, que en algunos momentos deja unas sugerentes sombras arrojadas y advierten del espíritu de collage de este edificio.

La obra, según la arquitecto, quedará rematada este verano. Y en septiembre es posible que entren las primeras familias a ocupar el edificio y su mismo hueco al aire. «Somos conscientes de que nuestro trabajo se convertirá en una de las referencias de esta nueva zona residencial. Y no siendo una apuesta sencilla, hemos gozado de todo tipo de facilidades por parte de la empresa constructora, Dragados, y de la Empresa Municipal de la Vivienda, que desde el principio ha defendido y apoyado nuestra iniciativa».

El Edificio Mirador, como ya lo han bautizado, es un paso más para repensar la arquitectura social. Un órdago a la monotonía facilona. Una ventana abierta a otra forma de hacer edificios.

Blanca Lleó lo tuvo claro: había que contar con este ´laboratorio´ de arquitectos holandeses para dejar una huella duradera en Sanchinarro.«Era necesario para establecer un principio de ideas revulsivas».Parece que acertó.


 

Fin del hilo
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