Realmente mi opinión en lo que respecta a los acontecimientos del pasado fin de semana en Alcorcón, es que es vergonzoso que poco a poco nos vayamos convirtiendo en unos Estados Unidos de los 80, en los que pandillas de jóvenes se matan en las calles.
Y sobre todo me da miedo por mis hijos.
Ese racismo del que hablamos, que en los 70 y 80 en nuestro país se cernía sobre los gitanos, ahora se centra en los inmigrantes sudamericanos, rumanos...
Pero creo que eso no es racismo. Racismo es estar en contra de los que pertenecen a una raza tan solo por un hecho genético. Ahora el problema se plantea en un intento de defensión de los bienes.
España ha sido durante décadas un país de emigrantes, que se veían obligados a ganarse la comida en otros países como Alemania o Argentina, viajando, eso sí, con un contrato de trabajo desde nuestro país. Y esa gestión del gobierno Alemán en los 60 y 70 es la que puedo echar en falta en la actualidad en nuestro país.
Nunca me he considerado xenófobo o racista, pero ahora lo estoy dudando, aunque con vergüenza, al darme cuenta de que lo que en la actualidad estamos pagando entre españoles e inmigrantes, vuelve a repartirse entre españoles e inmigrantes ; con la diferencia de que los gastos de los inmigrantes se divide entre nuestro país y los suyos de origen, volviendo a las arcas del estado menos de los que podría imaginarse.
Hoy muchos marroquís, ecuatorianos, dominicanos, colombianos, rumanos... ect, trabajan en nuestro país en sectores de la construcción, con el bum inmobiliario, las faraónicas obras madrileñas... Pero algún día acabarán y... ¿dónde van a trabajar?, ¿cómo se va a repartir el trabajo?.
Hace 15 o 20 años, bajaba a tomar un café y siempre me servía un extremeño, un andaluz o un segoviano. Ahora pocas veces veo a un español detrás de la barra de una cafetería, o acercándose a un fogón. Antes pagaba 80 pesetas por un café servido en un minuto, y ahora tengo que esperar cola para tomar un café de 1,20 euros.
Avergonzado me siento de ser como soy ahora, pero soy egoista como todos en este mundo, y quiero lo mejor para mi. La situación actual no es la que quiero para mi y para mis hijos.
Cuando yo iba al colegio, era original ver a un niño extanjero (entonces no había inmigrantes, era extranjeros) ; y todos querían ser sus amigos. Ahora mis hijos están en un colegio donde el ochenta porciento son inmigrantes, que por su dificultad con el idioma retrasan el curso académico ; que por sus dificultades económicas faltan a clases y vuelven a retrasar el curso académico ; que van de vacaciones en invierno a sus países en sudamérica (allí es temporada estival) y vuelven a retrasar el curso académico... Gracias a la inmigración, mis hijos hablan y leen lo que mi mujer y yo les enseñamos en casa. Ahora están aprendiendo vocales en clase, y en casa leyendo cuentos.
No quiero ser así, me da vegüenza, pero así lo siento. Y con esto no defiendo la violencia, pero me enfrento a lo que no quiero.
Un saludo