Los habitantes de estos PAUS del norte de Madrid tienen un sentido de la propiedad muy acusado, y por eso es tan importante comprar una casa en lugar de alquilarla ("eso es tirar el dinero", dicen las madres), y ese sentimiento de propiedad muy pronto se hace burgués, excluyente, protector del confort.
Es muy habitual encontrar a los vecinos molestos por la instalación de un reformatorio en su barrio, o haciendo una cacerolada contra el centro de atención a drogodependientes, o protestando porque les quieren poner un vertedero camuflado bajo el nombre de Punto Verde, que no cuela. Lo gracioso es que los colectivos vecinales que organizan estas caceroladas, pasacalles, chocolatadas y otros despropósitos, suelen ser de izquierdas, solidarios, ecologistas.
Yo soy también casi todo eso (ojo al "casi"), pero precisamente por ello no entiendo que se opongan a que se rehabilite a los drogaditos, se recicle la basura o se promueva este crisol de culturas que es como hay que llamar ahora a la invasión de nuevos madrileños, antes caribeños, caucásicos o congoleños.
"Hay que apoyar a los toxicómanos, pero lejos de mi casita, nos ha jodío". "Hay que reciclar, pero que se lo lleven a otro barrio". "Hay que realojar a esos pobres gitanos que no tienen casa donde llevar al burro, pero que hagan las viviendas de protección oficial a otro sitio"
. Yo esto no lo entiendo así, y por ello, aunque sea tirar piedras contra mi propio tejado, quiero hablar en nombre de los vecinos de Sanchinarro y as Tablas para reclamar que nos construyan todos esos centros que nadie quiere en nuestros barrios. Quiero basureros, cárceles, centrales atómicas, cementerios de elefantes, fosas comunes, edificios de cien plantas atestadas de rabiosos criminales eximidos de la deportación, frenopáticos, agujeros negros, reservas de indios, clubs de amigos del vudú y la chicha selvática..., etcétera. Esto sí es solidario. Esto sí es ser coherente. Esto sí es ir contracorriente.Eso sí es ser de IZQUIERDAS.