Llegados a este punto, me veo en la obligación de expresarme en prosa, pero no en la mía sino en la de don Jorge Llopis (q.e.p.d.)
VERSOS CASTELLANOS
Nuestros versos, para figurar como tales, han de ajustarse a
un ritmo, a una medida y a una rima.
Para hacer versos no basta colocar renglones en un papel, de
forma que unos estén debajo de los otros. Saldría algo que
seguramente no tendría nada que ver con la poesía, ni siquiera
poniéndole debajo la firma de don Dámaso Alonso.
Hagamos una prueba y coloquemos dos renglones como se
suelen colocar en poesía :
Treinta días en Albacete,
y hay que ver lo caro que me ha salido el hotel.
No parece verso, ¿verdad? Porque no lo es. Para que un
verso esté escrito en verso, tiene que contener poesía, es decir,
tiene que tratar de un tema elevado, o por lo menos, bello y si
es posible, sublime. Pero esto último nos sale a muy pocos.
El desarrollo del tema ha de ser sonoro y eufónico.
Probemos ahora a colocar dos renglones que tengan cierta
cadencia:
Las señoras de Estambul
tienen todas un baúl.
Hemos mejorado algo; no mucho, lo reconozco, pero algo.
De todas formas, a los versos citados les falta un yo no sé qué
para que sean considerados como poesía. ¿Qué les faltará,
córcholis?
Les falta sencillamente poesía, que es algo que el poeta lleva
dentro.
Ritmo
Sin un ritmo conveniente, no hay poesía que valga. El ritmo
es la combinación armoniosa de los acentos y las pausas.
Veamos un ejemplo:
Moja en la nocturnal chocolatada
de la noche tu rostro vacilante.
Piensen ustedes en la cadencia de estos dos endecasílabos,
en la acentuación de los mismos, en las pausas, y verán que,
aunque se refieran a una solemne tontería, suenan bien.
Más, mucho más, en su libro Las Mil Peores Poesías de la Lengua Castellana