Como los siervos de la tierra, los nuevos oprimidos viven ligados a sus hipotecas
"Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos" (Art. 47 Constitución Española)
La situación de la vivienda en España está empeorando a ritmos forzados. Si no se aplican políticas sociales a favor de los más necesitados, podemos estar ante un futuro colapso de amplias bolsas de la sociedad. A finales de los años 90 empezó lo que se ha llamado la burbuja inmobiliaria. Una falacia, ya que la especulación no se autorganiza y autogenera, como si fuera un fenómeno de generación espontánea más propio del pensamiento del S. XV (acerca del origen de los insectos en la carne). La especulación es un acto premeditado y orquestado por los sectores económicos dominantes con la connivencia de los políticos, tanto de manera activa como pasiva.
El resultado es que, después de casi una década de subidas espectaculares del 10-20%, el precio de la vivienda es inaccesible. La revalorización encabezada por bancos y grupos promotores para enriquecerse ha llevado a una delgada línea el país. Un aumento del 400% en una década del precio de la vivienda es inasumible socialmente. La especulación urbanística está destruyendo la costa mediterránea desde Catalunya hasta Almería, barrios obreros como el Poblenou de Barcelona (antiguo núcleo duro anarquista y republicano), casco antiguo de València (de izquierdas)… Sólo como ejemplo: todo el Ayuntamiento de Marbella (Costa del Sol) ha sido disuelto por corrupción urbanística. Pero es en toda España, la diferencia es que en Marbella se habían pasado de la raya y lo habían hecho políticos independientes, no integrados en los grandes partidos políticos que se cubren mútuamente las espaldas.
A todo esto se le tiene que añadir que el capitalismo, a través de la flexibilización del mercado laboral (qué gran pérdida de derechos para el trabajador) y la reducción de los sueldos (ver el artículo Mileuristas del 18-12-2005) han hecho retroceder el sueldo medio de los españoles a valores del 1996. Es decir, que cobramos lo mismo que hace 10 años y todo es más caro, especialmente la vivienda. Las hipotecas, que en España no pasaban de los 20-25 años, se están firmando a 50 y 60 años. Además, ya se está introduciendo el concepto de hipoteca hereditaria, de manera que la hipoteca es heredada por la descendencia. Como siervos de la tierra de la Baja Edad Media, los trabajadores actuales viven ligados a la hipoteca, temerosos de no poder pagarla, ya que supone el embargo de su único bien, su casa. Además, la precarización del mercado laboral (expresión acuñada por el capitalismo de Universidad: ¿Qué mercado? ¡No somos bienes!) ha extendido la cultura del miedo entre la sociedad. A pesar de parecer contradictorio, la falta de perspectivas y el miedo han abocado a la gente hacia el consumismo.
Pero la cuerda se ha tensado demasiado. Parece que no pueda haber ya marcha atrás. La gente se está dando cuenta que los grandes prohombres del circuito económico los están jodiendo. Ante la falta de compromiso de los políticos (la actual ministra de Vivienda del PSOE ha propuesto hacer pisos de protección oficial de 30m2, mientras su despacho hace unos 90), la gente se ha organizado. Ante los insultos de la clase intelectual burguesa y acomodada por el botellón (fruto de la frustración de los jóvenes), la ira se ha acumulado. Los mismos jóvenes han clamado: ¡no os gusta el caldo, pues dos tazas! Se ha generado vía Internet y SMS (ya que los medios de comunicación no difunden nada que moleste a sus amos) una manifestación conjunta en todas las capitales de España para el 14 de mayo para reclamar una vivienda digna. La calle volverá a ser nuestra y, así, como mínimo, quedará demostrada la corrupción moral de nuestros políticos.
Quizás los capitalistas han sentenciado su propio pan para hoy, hambre para mañana: cuando, en pocos años, 5 o 10, haya una pequeña crisis, la vítrea delicadez de la economía familiar de muchos españoles se resentirá. Y cuando los bancos no cobren sus hipotecas, embargarán las casas de millones de españoles. Ese día, la rabia tendrá un objetivo claro, los que nos están llevando a nuestra ruina a través de su enriquecimiento. Ese día, las cosas cambiaran. Ese día, el pueblo se despertará y se cobrará décadas de agravios.