En el barrio de La Estrella, en el aparcamiento que los agustinos hicieron bajo su parroquia, un olmo (de esos que a miles encontramos en las calles) tapaba la entrada a la rampa, lo arrancaron. Enterado el ayuntamiento obligó a que se plantase de nuevo. Se hizo con la esperanza de que no agarrase sus raíces, pero mala hieba nunca muere: allí sigue creciendo y obligando a una curva en la entrada a la rampa del garaje. Nosotros, al menos, podremos dedicarnos a la cría del gusano de seda: no hay mal que por bien no venga.
Están plantados 20 ¿abetos? (a lo largo del gallinero) y 20 plátanos de sombra (entre la piscina y el decente muro que nos separa del aparcamiento de RENFE).